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Que fácil es no creer en los demás, y más fácil aún cuando esos “demás” sueñan con cosas grandes, gente que solo sabe decir “pero...” N cantidad de veces y con eso construyen una barrera que después hay que saltar. Hay que seguir caminando, mientras uno esté seguro y tenga la certeza de que las cosas se van a dar, hay que seguir caminando, a algún lugar se ha de llegar.
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Vacío, abandono, sensación de no querer estar; tantas cosas juntas y un apenas yo para cubrirlas, y una sola frase “Dios proveerá”. Es una sensación de tristeza sin razón derivada de la impotencia, de la decepción. No hay rabia, no hay miedo, no es amor, no es indiferencia. Es como un sentido de impertenencia. No es la primera vez, a veces pasa y como cualquier cosa, ya pasará.
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Vivimos en una sociedad dispar, cada quien come lo que puede, cada cual piensa que sus necesidades son más grandes que las del resto. Nuestro hábitat se enmarca en la rutina, somos el reflejo de lo que pensamos. Algunos ni siquiera están consientes de su existencia, caminan por ahí, se reproducen, adoran dioses, se frustran con cada fracaso y hacen fiestas cuando tienen éxito. De que sirve indignarse o pedir justicia si vamos a permanecer sentados.
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