12 de septiembre de 2009

Ocaso de noviembre (cuento)


El sol se puso temprano, apenas le dio tiempo a la luz de escapar y a las sombras, de instalarse, era uno de esos últimos meses del año, en que el día se hace corto, mientras la noche se prolonga por largo rato, casi fusionándose con el alba. Los faroles, uno a uno fueron encendiendo sus luces; a falta de calor natural, la gente se abrigaba, a medida que se percataba que el viento aparentemente llevaba consigo invisibles partículas de hielo, la transición terminaba, el cielo en el horizonte parecía jugar pintando las nubes con múltiples colores, mostrando ovejitas de lomo naranja que se convertían en aparentes olas de color fucsia, degenerando bruscamente tonos grises.

La multitud apenas se dio cuenta de cómo se instaló la noche, dos amantes caminaban en busca de café y algún buen sitio para intercambiar besos y alguno q otro arrumaco, se instalaron en un portón y con café en mano le dieron rienda suelta a las ganas de demostrarse afecto, el frío seguía atormentando a los incautos carentes de abrigo, la noche se apodero de la ciudad, ahora todos los faroles hacían su trabajo, emanando halos de luz amarilla, alumbrando apenas lo necesario.

Saciado el hambre de afecto, caminaron los amantes con la certeza de una pronta despedida aguardándoles en la siguiente esquina, un abrazo de rutina fue suficiente para decir adiós, ambos pensaron para sí en volver, cuando nuevamente el viento se vistiera con partículas de hielo, y la noche se instale sin aviso, y el cielo juguetee con las nubes y los colores; ignorando, que esas circunstancias se dan solamente una vez para cada generación.

1 de septiembre de 2009

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Le robo una sonrisa a una imagen del futuro

pero ésta se borra al cruzar la esquina
la conciencia me habla
y como de costumbre le presto atención
rehén de mis propios delirios
sin ni siquiera pensar en el escape