22 de mayo de 2013

Un cuento de mayo


Tomé un taxi al salir del trabajo, llevaba prisa. Durante el viaje, que fue rápido, sólo pensaba en estar ahí. Llegué, me puse a leer mientras la esperaba, me atrapó la lectura, tanto así que olvidé comprarle una flor. Lo recordé hasta que después de saludarla me dijera “te traje un bombón...”  caminamos, a veces del brazo, a veces cada uno por su lado. Hablamos de lo cotidiano, en ocasiones la cortesía nos hace crear protocolos imaginarios. La luna era creciente pero apenas se veía, mayo terminaba y el invierno comenzaba un tanto indeciso, habían caído algunas lluvias aisladas y esa noche era fresca.

La acompañe a resolver algunos asuntos, al final tuvimos tiempo para un helado. Me quedé ausente, de pronto me vi en una mesa vacía, sin argumentos. Le respondí “no sé” a algunas preguntas, luego me clavó una mirada inquisidora. Más tarde, cuando estuviera solo pensaría: soy un caos.

El helado se terminó, al igual que el tiempo. Caminamos, cada cual se perdió en su camino después de un abrazo. Casi lo olvido, también olvidé decirle que me gusta, ese era el motivo principal por el que yo iba a verla, pero lo olvidé, tal vez estuve demasiado ausente. No sé.


Ahora estoy aquí, escribiendo, indeciso de utilizar primera o tercera persona, que más da. Sólo espero que el invierno termine de instalarse, que llueva hoy, y mañana también.